Mensaje de Navidad 2018
Estimados hermanos de la Diócesis de Tlaxcala y personas de buena voluntad
“El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz; sobre los que vivían en tierra de sombras, una luz resplandeció” (Is 9, 1).
Celebramos la Navidad: la entrada del Dios-con-nosotros a nuestro mundo. Este acontecimiento de misericordia y de bondad para con nuestra sociedad deshumanizada es motivo de alegría y agradecimiento:
Resuenan las palabras del ángel en la noche de Navidad:
“Les traigo una buena noticia, que causará gran alegría a todo el pueblo: hoy les ha nacido, en la ciudad de David, un Salvador, que es el Mesías, el Señor” (Lc 2, 9…)
La presencia de Jesús entre nosotros es una invitación a la Iglesia a sacar todo su caudal de humanidad y ponerlo al servicio de la sociedad para acoger con misericordia tantas realidaes humanas sufrientes y a los descar-tados por la sociedad (cf. CEM, PGP, 182).
La Navidad de este año tiene para nuesstra Diócesis una luz especial. Así como Jesús nació en Belén hace más de dos mil años, así nació en nues-tra tierra tlaxcalteca hace 500 años. En efecto, la primera misa celebrada en Tlaxcala fue el 23 de septiembre de 1519; el próximo año celebraremos el V Centenario de este acontecimiento de gracia. Por este motivo, he pro-clamado un Año Jubilar Eucarístico en nuestra Diócesis.
¿Cuál es su objetivo? Reconocer y agradecer la semilla del Evangelio que fue sembrada en nuestra tierra. Con la alegría del anuncio del Evangelio y la celebración de la primera misa, la Iglesia nació en Tlaxcala. ¡Esta es la evangelización fundante!
San Juan Pablo II afirma:
«La Iglesia vive de la Eucaristía”. “Del misterio pascual nace la Iglesia» (EE, 1.3).
La historia de nuestra Diócesis ha tenido un manantial de vida: la Euca-ristía, bajo la mirada de Nuestra Señora de Ocotlán, “mujer eucarística”, a quien como Iglesia hemos de imitar en su relación con este santísimo Mis-terio (cf. EE 53).
Así pues, mi mensaje de Navidad en este Año Jubilar es una invitación a agradecer:
* la presencia de Jesús entre nosotros;
* la semilla del Evangelio sembrada en nuestra tierra;
* el don de la Eucaristía, celebrada por primera vez hace quinientos años;
* los frutos de santidad en nuestro pueblo, los santos mártires Cris-tóbal, Antonio y Juan;
* 500 años que la Iglesia peregrina en Tlaxcala, bajo la mirada de María;
* ¡500 años de misericordia de Dios!;
* el proceso que estamos realizando en la elaboración del nuevo Plan Pastoral.
Este Jubileo nos ayudará a impulsar nuestra identidad evangelizadora que brota de la Eucaristía, manantial y, al mismo tiempo, cumbre de toda la evangelización (cf EE 22. 60); nos llevará a comprometernos en construir la paz en nuestro mundo marcado por tanta violencia, y de modo particular hoy, por tantos signos de muerte (cf. SacCar 89).
El Papa Francisco nos comparte que todos se quejan del río devastador de miseria que experimenta nuestra sociedad: formas de miedo, opresión, arrogancia, iniquidad, odio, barreras, abandono del medio ambiente, etc. No obstante –afirma– los cristianos experimentamos cada domingo que este río en crecida no puede hacer nada contra el océano de misericordia que inunda el mundo. La Eucaristía es la fuente de este océano de misericordia porque, en ella, el Cordero de Dios inmolado, pero que está en pie, hace surgir de su costado abierto ríos de agua viva… La misericordia entra así en las venas del mundo (cf. Al Comité para los Congr. Eucar., 10-XI-2018).
Hermanos, abramos las puertas a Cristo, como nuestros antepasados lo hicieron hace 500 años. La Eucaristía es, ha sido y será fuente de vida y de misericordia.
Que María y José, testigos privilegiados del nacimiento del Hijo de Dios, nos acompañen en la construcción de un mundo más humano. ¡Feliz Navi-dad! Que nuestro Padre Dios los bendiga en el nuevo año, que está por llegar. ¡Felicidades!
En Jesús Buen Pastor
+ Julio C. Salcedo Aquino, m.j. Obispo de Tlaxcala.